miércoles, 17 de octubre de 2012

Lección de la mariposa


Un día, un hombre sentado al borde del camino bajo un árbol, observó  cómo la oruga de una crisálida de mariposa intentaba abrirse paso a  través de una pequeña abertura aparecida en el capullo. Estuvo largo  rato contemplando cómo se esforzaba hasta que, de repente, pareció  detenerse y que había llegado al límite de sus fuerzas: no  conseguiría ir más lejos. O así creía él.  El hombre decidió ayudar a la mariposa: agarró una tijera y ensanchó  el orificio del capullo. La mariposa, entonces, salió fácilmente.  Pero su cuerpo estaba blanquecino, era pequeño y tenía las alas  aplastadas. El hombre continuó observándola, porque esperaba que, en  cualquier momento, sus alas se abrirían y estirarían y el insecto se  echaría a volar. Nada ocurrió.


La mariposa vivió poco y murió. Nunca  voló, y las pocas horas que sobrevivió las pasó arrastrando lastimosamente su cuerpo débil y sus alas encogidas.  Aquel caminante, con su gentileza y voluntad de ayudar, no comprendió  que el esfuerzo necesario para abrirse camino a través del capullo  era la manera que Dios había dispuesto para que la circulación de su  cuerpo llegara a las alas, y estuviera lista para volar una vez  hubiera salido al exterior. 
Algunas veces, justamente es el esfuerzo lo que necesitamos en  nuestra vida. Si Dios nos permitiese vivir sin obstáculos,  quedaríamos inválidos. Nunca llegaríamos a nuestra plenitud.  El éxito en la vida se mide por los obstáculos que has tenido que  enfrentarse en el camino.

Dice el libro del Eclesiastés (capítulo 3), en el Antiguo Testamento:
Hay un tiempo para cada cosa, y un momento para hacerla bajo el cielo: Hay tiempo de nacer y tiempo para morir; tiempo para plantar, y tiempo para plantar lo plantado.  Un tiempo para dar muerte, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir.  Un tiempo para llorar y otro para reír; un tiempo para los lamentos, y otro para las danzas.  Un tiempo para lanzar piedras, y otro para recogerlas; un tiempo para abrazar, y otro para abstenerse de hacerlo.  Un tiempo para buscar, y otro para perder; un tiempo para guardar, y otro para tirar fuera.  Un tiempo para rasgar, y otro para coser; un tiempo para callarse, y otro para hablar.  Un tiempo para amar, y otro para odiar; un tiempo para la guerra y otro para la paz.

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