“Si pones amor en las cosas, las cosas tendrán sentido.
Si les retiras el amor se volverán vacías”.
Ésta es la historia de un viajero que, en plena Edad Media,
fue a parar a una ciudad de Francia. El caminante se admiró de ver la cantidad
de canteros, albañiles y carpinteros dedicados a la construcción de un
magnífico edificio para la
Iglesia. Se acercó a uno de los canteros para interesarse por
su trabajo.
— ¿Podría explicarme en qué consiste su trabajo? -le
preguntó
El hombre, molesto por la pregunta, le contestó con malos
humos:
— Estoy picando estos bloques de piedra con la maza y el
cincel, y después los estoy ensamblando tal y como se me ha indicado para hacer
un muro. Estoy sudando la gota gorda y además me duele muchísimo la espalda,
sabe usted... Y para colmo, este trabajo me aburre y me paso el día soñando con
el día en que pueda abandonarlo.
Ante tal respuesta, el viajero prefirió marcharse y charlar
con otro cantero.
— ¿Podría explicarme en qué consiste su trabajo? -preguntó
nuevamente.
Y el segundo cantero le contestó: