jueves, 4 de octubre de 2012

San Francisco Coll y el Rosario



El Rosario ha sido confiado a la Orden de Predicadores por la misma Virgen y por voluntad de los papas de la Iglesia. Tenemos que estar muy atentos para no defraudar esa esperaza que la Iglesia ha puesto en la Orden Dominicana y debemos buscar que esta devoción crezca cada vez más para el bien personal y de la misma Iglesia.

Todos los Papas del siglo XX han sido muy devotos del Santo Rosario. Su Santidad Juan Pablo II insistía siempre en el rezo del Santo Rosario: “Recen en familia, en grupos. Recen en privado. Inviten a todos a rezar. No tengan miedo de compartir la fe”.

El rosario es la oración de los sencillos y de los grandes. Es tan simple, que está al alcance de todos; se puede rezar en cualquier parte y a cualquier hora. El rosario honra a Dios y a la María  de un modo especial.

El P. Coll se distinguió siempre por una singular devoción a la Virgen del Rosario: amante ferviente de la Virgen y fiel propagador del Rosario, lo rezaba con frecuencia y lo llevaba siempre en la mano. Con el rezo del rosario, acostumbraba a dar comienzo a las Misiones y en varios lugares comenzaba la jornada con el Rosario de la aurora.


El Rosario fue su oración favorita, y eran muchas las partes que rezaba cada día, sobre todo en los últimos tiempos de su enfermedad. El Rosario siempre en sus manos y el corazón en el cielo, hasta que Dios lo llamó…

Un verdadero misionero es el que predica fundamentalmente con la vida. Ese es Francisco Coll. El Rosario constituía para él un manantial de oración y pozo de sabiduría, con el que fortalecía las diversas situaciones de sufrimiento y tensión de quienes estaban sufriendo las consecuencias de la guerra.

En los testimonios de quienes declaran sobre la vida de Francisco Coll, se percibe lo intenso y vivo que era su amor a María, plasmado profundamente en la plegaria mariana del Rosario, oración que no cesaba de practicar. Así mismo declaran cómo en su habitación, muy austera, dedicaba tiempo para orar y reflexionar; estando en adoración y silencio antes de iniciar el esquema de sus enseñanzas pastorales, preparándolo postrado anteriormente y orando ante las imágenes de Cristo y de María, por la situación o momento que vivía cada población concreta en la que le correspondía predicar.

Nos consta así mismo, que al organizar las misiones nunca le falta explicar el lugar que iba a ocupar el Santo Rosario, tema que no cesó de sembrar con todo esfuerzo, en cada lugar donde llegaba este auténtico pastor: Francisco Coll.


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